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viernes, noviembre 24

Varela atrincherado en la redacción

El caricaturista exiliado José Varela se encuentra en estos momentos atrincherado en la redacción de El Nuevo Herald, armado con una submetralladora y ha pedido la renuncia del director de la publicación Humberto Castelló. No hay heridos y la redacción ha sido evacuada.

“Estás hablando con el nuevo director del periódico, y estoy aquí para desenmascarar los verdaderos conflictos del periódico. Aquí se burlan de los exiliados, hay problemas con el pago… tu sabes que el periódico dura poco hoy, se acabó este problemita ya, esto es una pocilga y alguien tiene que pagar, alguien tiene que hacerlo, porque esto va a ser como limpiar la mierda. Es tiempo suficiente ya que se están burlando de la gente, hoy lo van a ver como una violencia. Pero alguien tiene pagar y ese va a ser [el director Humberto] Castelló”, me dijo Varela, en una conversación telefónica a las 11:43 a.m..
El caricaturista entró a la redacción sobre las 10:40 a.m. vestido totalmente de uniforma militar de camuflajeado y tras sostener una airada discusión con uno de los editores de fotografía, se dirigió a la oficina del director, entonces vacía. “Al entrar sacó una ametralladora comenzó a botar cosas al piso y a decir exactamente eso que te ha contado, que alguien tenia que pagar lo que está sucediendo. Yo estaba hablando por teléfono, colgué, me refugié en el baño y comencé a llamar a mi editor. [Varela] está vestido de camuflaje, con gafas oscuras negras”, dijo la reportera Alejandra Chaparro. Hace minutos el equipo táctico de la policía ha comenzado a circundar el edificio. Y se espera que las negociaciones comiencen pronto. La semana pasada, Varela estuvo en la redacción y reveló que había comprado recientemente una escopeta de canones recortados y una submetrelladora UZI. Dijo que lo hizo porque se sentia inseguro en el área de Júpiter, a donde se había mudado, tras su divorcio.

martes, noviembre 21

Un semáforo

El comisionado del condado, José “Pepe” Díaz no acostumbra a decirle que no a las tareas livianas. Por ello, una vez más, nos ha invitado a asistir mañana a la inauguración de un semáforo en El Doral, el poblado en el centro del condado, donde su amigo Sergio Pino tiene grandes plane$. Lo interesante de la invitación, recibida por correo electrónico, es que en ella deben haber participado por lo menos tres personas en su confección. La secretaria que la prepara en inglés (es dificil creer que el comisionado escriba), el traductor que la lleva al español y la mecanógrafa que escribe y, posiblemente, diseña el correo electrónico. O sea, una tarea para media jornada laboral, como mínimo. Si a esto juntamos que a esa hora (9:30 a.m.) el trafico en El Doral es infernal, el comisionado tardará una hora en llegar al lugar, otra hora – mas cosa menos cosa – para prender el susodicho semáforo y constatar su funcionamiento, y otra hora para volver a su despacho en el downtown. Pero, ¿qué digo? Si comienza a media mañana y tarda tres horas ya estamos en hora de almuerzo. En resumidas cuentas, que el semáforo le cuesta a los contribuyentes, en lo mínimo, el doble de su precio. Porque entre su costo original, las horas para inaugurarlo - y no nos olvidemos que el comisionado no viaja solo, y que él y sus ayudantes también cobran - al final la cuenta es enorme. "Con una mayor cantidad de vehículos en la calle, este semáforo ayudará a filtrar suavemente el tráfico hacia NW 41 Street y desde esa calle. También permitirá que los conductores, peatones y el resto de la comunidad se sienta más segura al pasar por este cruce", justificó el comisionado. Lo curioso de la nota de prensa es la frase final: "Es norma del Condado de Miami-Dade acatar todas as disposiciones de la Ley de Discapacitados de los Estados Unidos. Para solicitar los servicios de un intérprete del idioma de las señas, dispositivos de ayuda auditiva o materiales en formato especial para discapacitados, sírvase llamar al 305-599-1200 con cinco días de antelación, como mínimo". Una duda: ¿Esto que tiene que ver con los semáforos?

El celular al timón

La Agencia Federal de Seguridad en el transporte acaba de prohibir a los chóferes de autobuses, sean escolares o no, de usar un teléfono celular mientras están manejando. Tras investigar las razones de un accidente en Virginia el año 2004 con un autobús escolar que dejó 11 estudiantes heridos, la agencia decidió prohibir el uso de los celulares al timón de los autobuses. Queda ahora en manos de las legislaturas decidir que pasará en cada estado. Aquí, en la Florida, doy por descontado que nadie se va a preocupar con el asunto, como nadie se ha preocupado con el fin de la obligatoriedad del uso del casco en una motocicleta, una cortesía del gobernador Bush hace algunos años ya. Además los cabilderos telefónicos se encargarán de evitarlo. De paso, no puedo dejar de recordar que en la mayoría de los países europeos el chofer de un auto, camión o autobús no puede usar un celular mientras maneja.

Una aclaración de Pablo

Estimado Rui: Mi renuncia a El Nuevo Herald no tiene nada que ver con el informe de Hoyt, como afirmas en tu blog. Comprendo y lo aclaras, que como no habías hablado conmigo, "supones". Eso es valido en los blogs, escribir lo que se supone, no lo que realmente es cierto o comprobable. De todas formas, te agradezco la nota. Y te adjunto la nota que si explica por que presente mi renuncia y que no ha sido publicada en El Nuevo Herald. Puedes poner esta aclaración en tu blog y de paso aprovecho para enviarles un saludo a todos los que se entretienen leyéndolo, a todos, incluidos los que critican y los que alaban. Para ellos y para ti en especial un feliz día de Acción de Gracias y Navidades por adelantado. Saludos, Pablo.

EL VALOR DE LAS PALABRAS:
El pasado 8 de octubre, cuando fui restituido como periodista en El Nuevo Herald, luego del abrupto despido ocasionado por el articulo publicado un mes antes en The Miami Herald bajo el titulo de "10 Miami Journalists take US pay", escribí lo siguiente:

"Miami Herald Media Company debe tener la grandeza de espíritu suficiente para reconocer en un editorial que el artículo escrito contra nosotros fue 'abominable, feo y de una ligereza increíble', reconocer en blanco y negro que, si la empresa acepta nuestro regreso al trabajo, no es sólo porque se violaron normas y procedimientos administrativos y se cometieron errores de dirección, sino que, además de eso, somos profesionales, de entera reputación y credibilidad. De lo contrario la empresa no hubiera aceptado nuestro retorno. Eso, que se admite hoy en privado, yo quiero que se reconozca en público. No es un problema de altanería. Es que nuestra reputación fue enjuiciada a la luz pública y debe en justicia ser aclarada en ese mismo contexto. Con esos criterios en nuestra mente, en horas de la tarde del viernes el presidente y editor de Miami Herald Media Company, David Landsberg, nos recibió en su despacho para conversar del tema. Asistimos el colega Wilfredo Cancio y yo. Estaban presentes en la conversación Vanaver y Beatty. Aceptamos el compromiso de estos ejecutivos, su palabra de honor, de que en los días por venir esas necesarias aclaraciones serían claramente establecidas. Nos pidieron unas semanas, un voto de confianza. Ese voto de confianza está otorgado".

Regrese al trabajo bajo esa premisa. Espere que la palabra comprometida fuera cumplida. Luego de la publicación del informe del señor Clark Hoyt y de la nota introductoria escrita por el señor David Landsberg, Publisher de The Miami Herald Company, el domingo 19 de noviembre, no hay nada más que esperar. No tengo nada que cuestionar sobre el informe de Mr.Hoyt. Acaso alguna que otra precisión que no encuentro en el mismo, así como tampoco una valoración del por que se filtraron (y se siguen filtrando) fuera de la redacción de The Miami Herald, reportajes especiales que llegan antes a las manos de la prensa castrista, que a las manos de los lectores del diario. De cualquier forma las valoraciones de su relato en torno al infausto articulo en cuestión, son sus apreciaciones y valoraciones, no tienen nada que ver con lo que había pedido a los tres ejecutivos de Miami Herald Media Company, como condición para retornar a mi posición. En consecuencia he presentado mi renuncia a la dirección de The Miami Herald/El Nuevo Herald en la noche del sábado. Para quienes practicamos el oficio de periodistas las palabras son elementales herramientas de trabajo. Quizás por “deformación profesional” a veces nos acostumbramos a usarlas bajo esa condición. Sin embargo, las palabras, tienen un valor intrínseco por si mismas. Ese valor es aun más esencial cuando se otorgan como compromiso, como garantía personal. Yo le di crédito a las mías y las respaldo ahora. Gracias a los colegas y lectores que han tenido la paciencia de acudir a las que he escrito en este periódico a lo largo de los años.
Pablo Alfonso,
Miami, noviembre 19,2006.

lunes, noviembre 20

Pablo

El amigo Pablo Alfonso acaba de renunciar al periódico. Y eso me entristece. No hacia falta llegar a este punto. Según tengo entendido, porque no he podido hablar con él, Pablo se siente dolido con el contenido del articulo de ayer de Clark Hoyt, el cual en su opinión no presentó una necesaria disculpa al impacto que el reportaje sobre Radio y TV Martí, tuvo en su carrera profesional.

Una boda en Roma

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Este fin de semana en la Ciudad Eterna hubo una boda mucho más importante que la de un actor mediocre. Fue la de mis amigos Silvia y Omero Ciai. Y como Omero estaba, seguramente, demasiado nervioso para dejarse fotografiar, aquí les dejo la foto de Silvia lanzando el buquet.

sábado, noviembre 18

El informe sobre los despidos

Hace unas semanas, Clark Hoyt, ex director de la oficina de Knight-Ridder en Washington, estuvo en la redacción de los dos diarios indagando sobre la historia que dio origen al despido, temporal, de dos reporteros de El Nuevo Herald y una colaboradora. Hoyt acaba de entregar su informe al respecto y aquí está el texto en inglés. La versión en español.

jueves, noviembre 16

En la lista de espera


Art Buchwald se está muriendo… bueno, como lo estamos todos, desde que nacimos. Pero en este caso el asunto es que los médicos dicen que debía haberse muerto hace casi un año. Lo que pasó es digno de su vida, de hecho no podía ser de otra forma, para el hombre que un día se fue a Paris con 12 dólares en el bolsillo y terminó invitado de honor a la boda de Grace Kelly y el Príncipe de Mónaco. En enero, los riñones de Art dejaron de funcionar y los médicos le dijeron que tenía que someterse a una diálisis todos los días. No quiso. Cansado de pasar trabajos con su cuerpo, le amputaron la pierna derecha arriba del tobillo meses antes, Art aún aceptó someterse al tratamiento pero al cabo de 12 sesiones tiró la toalla y se acabó la diálisis. Si tenía que morir pues, al hoyo. A los médicos y a sus hijos no les quedó otra que resignarse. Le dijeron que le quedaban tres semanas de vida, si acaso. Y Art, como es muy organizado, decidió ingresar a un hospicio para, como acostumbra decir, "morir con dignidad". Vendió algunas propiedades, regaló otras, visitó una funeraria en Washington D.C., escogió el ataúd – blanco, dicho sea de paso -, y escribió dos testamentos, uno con las donaciones de sus cosas, otro con las instrucciones de cómo quería ser enterrado. Decidió ser cremado, porque asi es más fácil transportarlo hacia el cementerio de la isla de Martha’s Vineyard, en la costa del Atlántico Norte, donde hace unos 30 años compró un pedazo de tierra por 500 dólares y allí enterró a Ann, su mujer. Decidió que su funeral será realizado en el Carnegie Hall, de Nueva York, e ingresó al hospicio esperando morir. Mientras esperaba, fue recibiendo amigos que en animada procesión por allí desfilaron para despedirse. Desde la vieja pandilla del periodismo hasta los herederos de los Kennedy, pasando por Ronald Rumsfeld y, exceptuando Bill Clinton, todo el mundo fue a decirle adiós. Y durante semanas, comió de todo. McDonald’s, pasteles de cereza y limón, cakes de manzana, tostadas, bebió café, té, posiblemente algúno que otro Martini y divirtió a las 25 enfermeras del hospicio, transformándose en una celebridad entre los demás pacientes, a punto de terminar por recibir un premio de la asociación nacional de hospicios – en Estados Unidos hay asociaciones para todo – y fue electo por ellos el hombre del año de los hospicios, con derecho a discurso en una sala de banquetes en Washington D.C. Pero no se murió. De hecho, a los seis meses los médicos descubrieron que los riñones volvieron a funcionar, no mejor que antes, pero lo suficiente para no envenenarle el cuerpo, su aspecto mejoró considerablemente y le dijeron que se fuera del hospicio. Desde entonces, Art volvió a escribir su columna, vive entre Nueva York y Martha’s Vineyard y acaba de publicar otro libro (tiene 83 libros publicados y 81 años de edad). Se llama Too Soon to Say Goodbye (Demasiado temprano para decir adiós) y lo comencé a leer ayer a las 8:30 de la noche y acabo de terminarlo hace media hora, menos de 24 horas después.

Art Buchwald es, posiblemente, el periodista estadounidense que más tiempo llevo leyendo en mi vida y, obviamente ha tenido su influencia en mi forma de ver el mundo. A mediados de los años 50 del siglo pasado, Art se instaló en Paris y allí vivió durante 15 años sin nunca lograr mantener una conversación fluida en francés. Todo un prodigio, o un milagro, en un país que se enorgullece de su idioma y relega a los que no lo hablan. Al borde del Sena, Art consiguió un trabajo como columnista de restaurantes y cocina en el diario, en inglés, International Herald Tribune, y trabajó dos pisos debajo de la oficina de Newsweek, en esa época dirigida por Ben Bradley, el legendario editor del Washington Post en los días del Watergate y uno de los amigos que Art escogió para decir unas palabras en su funeral. Palabras, dicho sea de paso, que ya fueron puestas a consideración de Art y las publicó en el libro que acaba de lanzar. Es en Paris donde nace su columna humorística, como existe hasta hoy - ahora pueden ser leídas en el Washington Post (la última, por el momento, salió publicada esta mañana) – y alcanzó tamaña popularidad que apareció diariamente en 500 periódicos de todo el mundo. El ya desaparecido "O Século", de Lisboa, fue uno de ellos y allí fue donde lo descubrí teniendo, probablemente, unos 7 años de edad. La columna aparecia de lunes a viernes en la última página, abajo del lado izquierdo, y tenia un encabezamiento con un grabado de Art, riéndose con un tabaco en la boca, y su nombre. Nada más. Después, venia el texto con un titulo. O sea, la columna se llamaba apenas, Art Buchwald, no hacia falta nada más. Así pasó parte de mi infancia. Y creció un hábito que dura hasta hoy. Todos los días busco su columna y no termino de divertirme con sus ocurrencias. Una de ellas es, precisamente, la que da inicio a este último libro. No resisto publicar un extracto, reproducido en la contraportada, traducido con cierta libertad.

“Estoy en un hospicio y continuamente tengo este sueño. Me encuentro en el aeropuerto de Dulles con una reservación para ir al Cielo en la mano. Miro el listado de los vuelos. Los que van al Cielo salen de la última puerta… He comprado mi boleto que dice, ‘cuando se va al Cielo sólo hace falta una maleta, pero no incluya en ella una fosforera o un par de tijeras’. Espero en la fila por horas. Ni siquiera me doy cuenta, de cuanta gente espera por el mismo vuelo…

En el avión uno se sienta donde quiera. Se que el Cielo es un lugar maravilloso. Dicen que haremos escala en Dallas, Chicago y Albuquerque. El avión acaba de llegar. Me levanto y pregunto a la azafata: “¿Tengo derecho a millas de pasajero frecuente?” La azafata contesta, “no va a necesitar ninguna, porque no va a volver”.

Y ahora viene la parte que a mi más me gusta. (
Recuerden que esto es mi sueño). Por el sistema de sonido del aeropuerto hay una voz que dice: “A causa de las inclemencias del tiempo, el vuelo de hoy hacia el Cielo ha sido cancelado. Pueden volver mañana que los colocamos en la lista de espera”.
Este es Art Buchwald. Afortunadamente sus riñones siguen funcionando. Sino, ¿a quién voy a leer todas las mañanas como hace 40 años?

Everglades, 16 de noviembre del 2006

miércoles, noviembre 15

Ayuda a la disidencia...

... o cuando a Castro se combate con playsations, chocolatitos, suéteres de casimir y laticas de cangrejo, y se defiende la decisión hasta la muerte. Son actitudes que terminan por denigrar a los disidentes que sufren en la isla. ¿A quién realmente sirven? El informe, en pdf. Is U.S. aid reaching Castro foes? Cuba thwarts U.S. efforts to help dissidents.