Bajando orientaciones

Esto que vimos hoy es apenas un adelanto de lo que nos espera en los próximos meses, o sea, que Fidel Castro nos va a prodigar lentamente “partes de guerra” sobre su salud. Él lo decidió así, y no hay nada que podamos hacer. Exceptuando, posiblemente, dejarnos de algunas tonterías como aquello de que “él está muerto y lo que estamos viendo son imágenes de archivo” – en este sentido habría que preguntar que archivo, si el hombre nunca ha estado enfermo, pero eso son boberías colaterales, ¿cierto? La carta de hoy tiene tres puntos clave, que nos van a dar la medida de lo que ha pasado y que va a pasar en los próximos tiempos. Dice que desde la última semana de julio, cuando la enfermedad era evidente y se imponía el ingreso, “ni un solo día... dejé de hacer un esfuerzo por subsanar las consecuencias políticas adversas de tan inesperado problema de salud”. O sea, que el traspaso fue “provisional” y por eso se explica la discreción de Raúl y el silencio total de gente como Alarcón, Pérez Roque y la legión de embajadores en el exterior que, de repente, se callaron la boca y dejaron de asegurar que él se recuperaba. Y sigue: “[quiero] informarles que en unos pocos días perdí 41 libras”, lo cual significa que la enfermedad es seria, pero no mortal, y digan adiós a cualquier esperanza en ese sentido, en lo inmediato. Porque, además, “en los próximos días estaré recibiendo a visitantes distinguidos”, aunque “eso no significa que cada actividad vaya a estar en lo inmediato acompañada de imágenes fílmicas o fotográficas, aunque siempre se ofrecerán noticias de cada una de ellas”. Quiere decir: que no va a estar totalmente ausente de la reunión de los No Alineados, y que si bien no le retira el protagonismo al hermano, va a estar recibiendo, en privado, a amigos y jefes de Estado los cuales terminan por servir de coartada a todo lo escrito anteriormente, o sea: no me estoy muriendo y puedo demostrarlo.